DON JUAN TENORIO
¿Por qué prendió tan fácilmente la representación anual de Don Juan Tenorio la noche de Todos los Santos? Un repaso por la historia y las tradiciones nos informa de que las representaciones funerarias eran algo usual, que cambió de formato a lo largo de los siglos y a través de los pueblos, pero no desapareció.
| En nuestro propio teatro tenemos reflejado por segunda vez el origen religioso de las representaciones teatrales. En los orígenes griego y romano del teatro estaban los ritos religiosos de representación. Pero como si la historia volviese a dar otra vuelta, tenemos en España y en otros puntos de Europa los Autos Sacramentales de la edad media. Son formas litúrgicas que se celebran por supuesto en la iglesia; pero que al crecer la clerecía y crearse una liturgia para clérigos, se ven empujadas hacia el pórtico de la iglesia primero, y luego lejos de ella. Algo inevitable, porque el argumento y sobre todo los entremeses cada vez más profanos y hasta procaces que se intercalan en el drama sacro, son incompatibles con la dignidad del templo. Pero queda en pie la ancestral vinculación de las representaciones más o menos dramáticas con los grandes temas religiosos. Y parece que en el tema de los difuntos, que nunca dejó de ser religioso por mucho que los ritos tuvieran formato profano, la representación de los muertos más o menos dramatizada, se mantuvo en muchos pueblos a lo largo de los siglos. Las procesiones de difuntos con el pretexto de enterrar este día a los muertos insepultos (por lo general, ajusticiados expuestos a la entrada de las poblaciones para aviso y escarmiento de residentes y forasteros), con toda la parafernalia que las acompañaba, incluidos ciertos bailes austerísimos de calaveras, tenían una honda raíz dramática.
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Mezclar por tanto Día de Difuntos y representación teatral no era nada nuevo. Por eso caló tan hondo el Don Juan Tenorio, parte de cuyo drama se desarrolla en el cementerio. No era la primera obra de este género ni tampoco la única representación teatral para recordar los difuntos. De hecho nunca se había abandonado la representación, de la que son buena muestra los disfraces.
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